Casting out demons

Tuesday, September 5 – Tuesday After Proper 17 – Luke 4:31-37

Better 10 days late than never! Here’s a sermon from a recent Spanish-language eucharist at The School of Theology. (See also the English version below.)

La lección del Evangelio de hoy puede emocionarnos porque hay un exorcismo dramático: ¡un demonio se confronta a Jesús, y la gente está sorprendida por la capacidad de Jesús para expulsarlo! Pero, después de una reflexión más profunda, podemos encontrar otra verdad en la lección: la verdadera Palabra de Dios, manifestada en Jesús y en su enseñanza. La presencia de Jesús y su enseñanza le molestan al demonio. Después de escuchar la palabra proclamada por el Hijo de Dios, el demonio grita: “¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros…? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco, y sé que eres el Santo de Dios.”

El demonio no puede esconderse de Jesús. Reconoce la Palabra de Dios y sabe que esta Palabra es bastante fuerte para destruir los poderes demoníacos. El demonio grita el nombre de Jesús, tratando así de ganar el poder sobre el. Jesús le regaña al demonio y se niega a contestar sus preguntas. Se le expulsa al demonio del hombre, y la gente lo admira.

Después de mudarse, empezar un nuevo año escolar, perder a un ser amado, o sufrir algún daño, nos damos cuenta de nuestros propios demonios. Tal vez alberguemos unos secretos demasiado incómodos para revelar: adicción, bulimia, odio o indiferencia hacia la creación de Dios. Nada es tan exasperante como que los miembros de nuestra comunidad revelen a nuestros demonios. Cuando esto pasa, los atacamos y, a menudo, tratamos de devolver la atención negativa a la persona que nos desafió.

Los miembros de nuestra comunidad, a diferencia de Jesús, no tienen el poder de echar fuera  nuestros demonios. Sin embargo, nos permiten reconocer y hacer frente a esos demonios. Cuando esto pasa, Cristo se manifiesta en nosotros. Al fin y al cabo, Jesús mandó a sus discípulos, “Vayan y anuncien que el reino de los cielos se ha acercado. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos y expulsen a los demonios.” Jesús nos da los instrumentos para hacerlo. Por ejemplo, la Iglesia está dispuesta, en el sacramento de la reconciliación, a ayudarle a volver un penitente a la salud y plenitud de vida. A veces tomamos un cartel y marchamos contra los demonios. Otras veces, podemos simplemente escuchar como Jesús y estar presentes como Dios estaba presente entre nosotros en en el carne.

Jesús, la Palabra de Dios encarnada, que expulsó demonios y enseñó a las multitudes, es el mismo Jesús que vive hoy. Jesús vino a liberarnos de los pecados que nos controlan. Todas las veces que estamos enojados o celosos, o cuando luchamos contra una obsesión insalubre, o cuando no estamos dispuestos a perdonar, Jesús está allí para liberarnos.

Somos bautizados en la muerte de Cristo para que, levantándonos con él, podamos dar testimonio de la promesa de la vida eterna de Dios. Siempre que se nombran a nuestros propios demonios o a los otros que existen en el mundo, y cuando caminamos con aquellos que buscan superar los suyos, actuamos como el cuerpo de Cristo. Eso sí es la resurrección.

__________

Today’s Gospel lesson may excite you because of the dramatic exorcism—a demon confronts Jesus, and all are amazed by Jesus’ ability to cast it out! Upon further reflection you may find another truth in this story: the Word of God, manifest both in Jesus and in his teaching. Jesus’ presence and his teaching agitate the demon. Hearing the word proclaimed by the Son of God exposes the demon and provokes it to cry out, “Let us alone! What have you to do with us…? Have you come to destroy us? I know who you are, the Holy One of God.”

The demon cannot hide from Jesus. It recognizes God’s Word and knows that that Word is strong enough to destroy demonic powers. The demon yells Jesus’ name, attempting to gain power over him. Jesus rebukes the demon and refuses to answer its questions. He throws the demon out of the man, and the crowd is in awe.

After moving, beginning a new academic term, losing a loved one, or being seriously wronged, we become more aware of our own demons. We may harbor secrets too troubling to admit: addiction, binge eating, hatred, or indifference toward God’s creation. Nothing is as infuriating as when members of our community expose our demons. When that happens, we lash out and often throw negative attention back at the one who called us out.

Members of our community, unlike Jesus, do not have the power to instantly cast out demons. They do however make it possible for us to recognize our demons and to confront them. When this happens, Christ is manifest in us. After all, Jesus commanded his disciples to “Go and preach that the kingdom of heaven is at hand. Heal the sick, cleanse the lepers, raise the dead, and cast out demons.” He gives us the tools to do just that. For instance, the church stands ready, in the sacrament of reconciliation, to help return a penitent to health and fullness of life. Sometimes we take up a placard and march on that demon. Other times, we simply listen like Jesus would listen and we are present as God was present among us in the flesh.

Jesus, God’s very Word incarnate, who cast out demons and taught the multitudes, is the same Jesus who lives today. Jesus came to liberate us from the sins that control us. Whenever we are angry or jealous, whenever we struggle with an unhealthy obsession or are unwilling to forgive, Jesus is there to set us free.

We are baptized into Christ’s death so that rising with him we might bear witness to God’s promise of eternal life. Whenever we name our own demons or those in the world around us, and whenever we walk with those who seek to overcome them, we act as the body of Christ. That is resurrection.

 

One thought on “Casting out demons

Leave a comment